TESOROS DE AL-ANDALUS, MAESTROS ANTIGUOS Y ANTIGÜEDADES

Retrato de San Juan Bautista, a la manera de Jerónimo Jacinto Espinosa (Alicante, 1600 - Valencia, 1667), escuela española del siglo XVII

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Óleo sobre lienzo. Medidas: 92 x 79 cm (enmarcado) y 77 x 64 cm (lienzo). Procedencia: importante colección particular, España. Tras la muerte del gran pintor Ribalta (1628) se convirtió desde joven en el dominador absoluto de la escena artística valenciana, donde preferentemente trabajó para numerosos conventos y órdenes religiosas. El gran número de encargos que recibió ha servido de fuente documental para el conocimiento de su biografía. El único periodo del que nos faltan noticias suyas es el comprendido entre 1640 y 1647, lo que ha dado pie a diversas especulaciones sobre viajes a Madrid y Sevilla. El paso por la capital andaluza, ­sobre todo, se ha convertido en socorrido argumento para explicar las concomitancias estilísticas con Zurbarán. Su formación se desarrolló junto a su progenitor, un humilde pintor vallisoletano establecido a caballo entre Cocentaina y Valencia, aunque el éxito de las realizaciones de Ribalta dejaría permanente impronta en nuestro artista. El traslado de la familia a Valencia debió de realizarse durante la infancia de Jerónimo Jacinto, seguramente hacia 1612. En ese mismo año se fecha su primera obra conocida, lo que da muestra de su precocidad. En 1616 aparece inscrito en el Colegio de Pintores de la ciudad mediterránea, declarando que trabajaba con su padre desde hacía un año. En Valencia desarrolló el resto de su existencia -si exceptuamos los posibles viajes citados-, pintando para el medio local y, por lo que sabemos, llevando una vida confortable y tranquila. Su extensa producción refleja la escasa evolución de su arte. Su pintura, como sus personajes, aparece como fuera del tiempo, detenida en composiciones solemnes y simétricas. Sus series monásticas son las que más se acercan a la obra de Zurbarán y, como en ésta, domina la verticalidad monumental de los religiosos, el minucioso reflejo de las telas y la intensidad y naturalismo de los rostros, como de iluminados. Cuando en toda España los pintores se adherían a las fórmulas más plenamente barrocas, Espinosa aparece todavía estático en el más estricto tenebrismo, utilizando una fuerte luz dirigida que alumbra la escena con poderosos contrastes. Todo ello nos habla de un estilo que está fuera de época, aislado, ensimismado, pero que responde a la demanda de arte piadoso solicitada por la clientela local. Su ferviente naturalismo le capa­citó, asimismo, para la realización de un puñado de vivos y analíticos retratos. Son nueve los lienzos de Espinosa presentes en el Museo del Prado. De entre ellos cabe destacar La Magdalena penitente, pues es reflejo, no solo de la pintura de Espinosa, sino también del camino que han recorrido sus obras en el Prado. Su trabajo en el medio local valenciano hizo que ninguna llegara a las colecciones reales hasta los tiempos de Fernando VII, debiéndose su presencia en el Museo a compras modernas. Así, La Magdalena penitente fue adquirida en 1992 tras pasar por diversos coleccionistas. Anteriormente, en 1838, había formado parte de la colección de Luis Felipe de Orleans. Es testimonio elocuente de la estética del pintor, con la santa en pleno éxtasis, alumbrada por una dura luz cenital que lleva al acartonamiento de las telas y las carnes, y es muestra de una piedad tan sencilla como devota, muy del XVII, en la que lo trascendente se presenta en lo coti­diano, y que refleja el gusto de la demanda del consumo local al que abasteció Espinosa durante toda su vida.